viernes, 16 de marzo de 2007

“Coleccionar fotografías es coleccionar el mundo”


A diferencia de la televisión que se enciende y se apaga, que vacila y se disipa, la fotografía se produce y se acumula de una manera más barata. Desde la antigüedad, el hombre se introduce en la caverna platónica en busca de la imagen sagrada de la verdad. Cuando se fotografía el fotógrafo captura esa parte del objeto fotografiado. Las fotografías se manipulan, se retocan, se mejoran, se almacenan, se olvidan, se desvirtuan y se atesoran en la memoria colectiva de los buscadores de realidades . La fotografía reencuadra la realidad en función de la cosmogonía propia del fotógrafo. En el momento que suena el disparador, el fotógrafo empapa la realidad con pequeñas pinceladas de los valores, juicios y sensibilidad que tiene.

Cómo capturar los instantes fotográficos que perseguía Cartier Bresson, cómo evitar reflejar la naturaleza muerta con la que categóricamente negaba Roland Barthes la condición de vida que tiene la fotografía.

Devoradores de realidades. Coleccionistas de instantes, consumimos pequeñas cápsulas de realidades. Televisión, información sonora o escrita, fotografías, cuadros… A lo largo de la historia, la fotografía ha ido experimentado, en su eterna fase de bricolaje, distintas formas de captar el instante. El fotoperiodismo es una de ellas. La Agencia Magnum es un referente histórico al que siempre acudimos, al igual que a la Alemania “expresionista”. Pero no por ello debemos olvidar las cooperativas que surgieron como grupos de presión que buscaban comunicar la efervescencia política en al que nadaban sus respectivos Estados.